Agricultura regenerativa para un futuro sostenible

Francesc Font presenta la edición en español de su libro ‘Arraigados en la tierra’, que pretende ofrecer herramientas a agricultores para producir mejor y más sostenible, y a los consumidores para consumir de manera más amigable con el planeta.

Arraigados en la tierra’, escrito por el agricultor e ingeniero agrícola Francesc Font Rovira, es un libro que va dirigido a las personas que tienen una relación diaria y estricta con la agricultura. Podríamos pensar, por lo tanto, que se trata de un libro pensado y escrito para que lo lean los agricultores, pero ¿acaso nosotros no tenemos una relación también íntima con la agricultura cada vez que nos sentamos alrededor de la mesa a comer?

A lo largo de las páginas y los capítulos, Francesc Font cuenta el proceso de descubrimiento que le llevó a evolucionar desde el método de agricultura convencional a la regenerativa. Tras más de 300 años a través de varias generaciones trabajando la tierra en su finca ubicada en el Empordà, el poco rendimiento económico que ofrecía su tierra y la observación del deterioro natural le hicieron plantearse su modelo de agricultura. Una vez probó la regenerativa, no hubo vuelta atrás: el problema se convirtió en solución, y pasó de explotar los recursos a potenciar los procesos naturales, que permiten que se regenere lo que se ha perdido y deteriorado.

De la misma manera, el agricultor plantea cómo se ha llegado hasta este punto, y qué podemos hacer los ciudadanos para ayudar a los agricultores regenerativos. Todo ello mientras comparte su historia, anécdotas personales y reflexiones acerca de lo que comemos, lo que compramos y la manera en la que lo hacemos.

Más democrático que ir a votar

En la presentación del libro, publicado por la editorial Diente de León, Font señaló que, aunque no nos damos cuenta, ir a comprar la comida que luego consumimos es un acto pura y estrictamente democrático, “mucho más que ir a votar”. La razón es sencilla: en el momento en que escogemos entre un mercado u otro, una tienda u otra, una cooperativa de consumo o una multinacional, lo que realmente votamos es el sistema productivo que queremos, y este engloba la manera en la que queremos cuidar el planeta y cómo queremos cuidarnos a nosotros mismos.

Lo cierto es que, como consumidores, tenemos más poder de lo que creemos. Es por eso por lo que ‘Arraigados en la tierra’ pretende dar herramientas a los productores para producir mejor y de manera más sostenible, y a los consumidores para consumir mejor y hacerlo de manera más amigable con el planeta. Todo ello sin olvidar la administración, una parte responsable de todo este proceso y que también debe implicarse para frenar los efectos devastadores del consumismo desenfrenado en la Tierra.

Subida de costes

Una de las principales razones que asocia Font al hecho de que la agricultura convencional ya no sea rentable es que “los costes han subido mucho, pero el precio percibido por sus productos se ha mantenido en muchas ocasiones”. Se trata de una problemática a la que, además, se suma el hecho de que el sistema productivo tiene unos márgenes tan cortos que obliga a los propios agricultores a producir y vender tan rápido como puedan. ¿La consecuencia? “Cuando queríamos patatas, nos íbamos al supermercado, y cuando queríamos aceite, íbamos a la cooperativa, aunque en casa tuviéramos esos productos”, explica el autor, que añade que “dejaban en manos de terceros la comercialización de sus productos, y eran estos los que negociaban para ellos. Al final, en un mundo donde las empresas dependen de la globalización, nos dimos cuenta de que las decisiones de la bolsa de Chicago influían en cómo nos ganábamos la vida los agricultores del Empordà”. 

En 30 años, el planeta ha perdido casi un 50% de sus especies terrestres

Junto a su mujer, también agricultora e ingeniera agrícola, empezó a plantearse en qué estaban fallando. La lista se hizo larga: el planeta había perdido casi la mitad de sus especies terrestres en apenas tres décadas, la biodiversidad se estaba perdiendo y, en parte, era por culpa de los agricultores, que aplicaban productos químicos y seguían orientando sus fincas al monocultivo. “Me di cuenta de ello un día en el que estaba labrando y recordé que, cuando era pequeño y labraba, había un montón de pájaros al lado de mi tractor. Esta vez estaba totalmente solo. Si no hay pájaros es porque no hay comida para ellos, lo que significa que no hay insectos. En ese momento entendí que estábamos perdiendo fertilidad de forma muy rápida en nuestra finca”, recuerda el autor.

Alimentos menos nutritivos

Investigando y leyendo otros artículos, Font descubrió que los alimentos de hoy en día tienen la mitad de nutrientes de los que tenían los alimentos en los años 40 y 50. Sin embargo, nosotros requerimos los mismos minerales que nuestros abuelos, por lo que tendríamos que comer el doble (y producir el doble) para alimentar a todo el planeta. Lo que ocurre, al final, es que comemos muchas calorías, pero no llegamos a los minerales que necesitamos. ¿El resultado de esta ecuación? “Más calorías y menos minerales, una combinación perfecta para la industria farmacéutica”, apunta el ingeniero.

Dispuestos a cambiar su modo de producir, labrar y cultivar la tierra, decidieron lanzarse a probar la agricultura regenerativa, teniendo en cuenta que el principal objetivo era probar, medir y, sobre todo, enseñar lo que funcionaba y lo que no. 

La industria bélica dejó de hacer la guerra únicamente a las personas
para hacérsela a la naturaleza y, de nuevo, a las personas
 

En otras palabras, desafiaron a un sistema en un momento en el que eran víctimas de la llamada revolución verde, una etapa que empezó en los años 50, una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, por parte de la industria que anteriormente producía armas y que empezó a convertir los tanques en tractores, los explosivos formados por amoniaco y nitrógeno en abonos y algunos productos muy bélicos en fitosanitarios, con nefastas consecuencias en la salud del suelo.

Puesta en marcha

Siguieron los pasos de la agricultura regenerativa, monitorizaron todo lo que hacían y vieron que algunas cosas funcionaron muy bien, y otras no tanto. Pero no se desanimaron: poco a poco, mirando hacia atrás vieron como todo empezaba a cambiar y a mejorar. La tierra, la fertilidad, los números, el medioambiente, la biodiversidad… todo iba bien. Decidieron ir un paso más allá, y hacer un “viaje al futuro”, a Australia, con toda la familia, donde se alojaron en distintas fincas de agricultores a cambio de su mano de obra. Tras unos meses de aprendizaje y de acumulación de conocimientos y nuevas técnicas, volvieron “con ganas de aplicar todo y tan rápido como fuera posible”.

Y después de eso llegó este libro. Un libro que no tiene “otra intención que la de compartir una experiencia, lo bueno y lo malo, para ayudar a los productores a producir de forma más sostenible, y a los consumidores a consumir de forma más responsable”. Y de paso, para dar un empujón a la administración, porque “sin estos tres elementos, es muy difícil que la agricultura avance donde nos gustaría a todos”.