«Joel Salatin, granjero lunático» por Mónica Fernández

No todo el mundo tiene el privilegio de poder conocer y trabajar con sus ídolos, esos personajes normalmente lejanos e inaccesibles que por el motivo que sea nos inspiran. Todos los tenemos. Para algunos es un futbolista, para otros una cantante. Para mí (y para muchas otras personas en el mundo), es Joel Salatin. He tenido el privilegio de poder traducir al castellano su libro Esto no es normal, editado por la editorial Diente de León, y traducirle a él en vivo durante la masterclass que impartió en abril de 2018 en Dehesa El Milagro, en Toledo.

Mi admiración por este “celebrity farmer” viene de lejos, y a lo largo de los años he leído muchas de las cosas que ha escrito y que se han escrito sobre él. Cuando Diente de León me brindó la oportunidad de entrevistarle para su página web, tenía muy claro que quería hacer una entrevista un poco diferente, sobre todo porque con el tiempo he ido identificando los aspectos que me parecen más importantes sobre su particular visión del universo y, curiosamente, tienen muy poco que ver con mover un rebaño de vacas o construir un gallinero móvil.

En esta entrevista he querido preguntarle a Joel por temas más profundos, más de base dentro de su filosofía. Personas como él, con el paso de los años y después de trabajar mucho en un tema, se vuelven cada vez mejores a la hora de identificar aquello que es esencial. De eso va esta entrevista, de la esencia.

Si después de leer la entrevista Joel ha conseguido despertar tu curiosidad sobre otros aspectos más prácticos de su metodología, desde la editorial Diente de León te traen muy buenas noticias: Joel vuelve a España el próximo mes de mayo para realizar varios eventos en los que podrás aprender más sobre todos esos aspectos cotidianos de la gestión de una granja regenerativa.

Y no viene solo… pero no te cuento más. Puedes acceder a toda la información en este enlace.

 

ENTREVISTA CON JOEL SALATIN

Por Mónica Fernández, www.blogdisidente.com

[Mónica] Después de traducir tu libro Esto no es normal, he tenido la oportunidad de hablar de tu trabajo con muchas personas. A menudo, cuando intento explicar lo que haces, me gusta utilizar tu propia definición de “granjero cristiano, libertario, ecologista, capitalista y lunático”. Inevitablemente, cuando pronuncio la palabra “capitalista”, la gente pone un gesto de condescendencia y dice “bah, americanos” y “el capitalismo es malo”, ese tipo de cosas. Por favor, explícanos por qué utilizas esa frase y específicamente qué significa para ti ser un granjero capitalista.

[Joel] La definición de capitalismo se remonta a los tiempos de Adam Smith y su clásico de economía La riqueza de las naciones, y se expresa simplemente como la necesidad de generar capital para que un negocio prospere.

Antes de esa época, la suposición dominante era que los negocios florecían debido a algún tipo de concesión del rey o del cacique. La idea del capitalismo era liberar a los emprendedores para que crearan negocios e innovaran, desarrollando iniciativas basadas en sus propios méritos financieros, en lugar de ser meros sujetos del estado.

Sin duda, el capitalismo amoral no es mejor que el socialismo, el fascismo, el comunismo o ningún otro “ismo” sin límites éticos y morales. Pero si se restringe con consideraciones morales y éticas, el capitalismo permite que los negocios sirvan las necesidades de la sociedad de la manera más eficiente, creativa y dedicada.

La razón por la que no soy un capitalista “puro” es que este modelo se ha utilizado para justificar la explotación atroz y la codicia. Por eso necesita ser templado con las otras tres palabras: cristiano, libertario y ecologista. Esas tres evitan que el egoísmo del capitalismo puro se desmadre.

[Mónica] Muchos aspirantes a agricultores o ganaderos se encuentran con problemas administrativos aparentemente insalvables incluso antes de empezar a producir. Dado que tú escribiste el libro Everything I Want to Do is Illegal [Todo lo que quiero hacer es ilegal], estoy segura de que conoces muchísimas más historias que yo. ¿Qué puede hacer un agricultor o un ganadero frente a estos obstáculos aparentemente insalvables?

[Joel] Ghandi no liberó la India inclinándose ante Gran Bretaña. La historia de todos los pueblos libres comienza con la esclavitud, que lleva a la rebelión, y termina con la libertad. Estados Unidos no se creó gracias a que todo el mundo se inclinara ante el rey Jorge III. La Historia está llena de ejemplos del poder de los disidentes. Santo cielo, la reforma protestante le asestó un golpe a la perversa inquisición católica, permitiendo que la gente expresara sus propias creencias y siguiera su conciencia. Nosotros los granjeros tenemos el mismo imperativo de hacer lo que es correcto para la tierra, para nuestros animales, nuestras plantas y para la integridad alimentaria que en última instancia alimenta a nuestros vecinos.

Así es si nos preocupamos por nuestros vecinos, si queremos que coman bien, que no coman basura. Si nos preocupamos por nuestra tierra, si queremos cuidarla bien, y que los tiranos burócratas no abusen de ella. Si nos preocupamos por nuestros animales, por hacer lo que es bueno para ellos sin importar lo que le convenga a la ortodoxia industrial tal y como dictan los burócratas.

Los funcionarios del gobierno actúan para agradar a los más poderosos y sus intereses; esta es la naturaleza del gobierno. Entonces, por definición, el gobierno no puede ser innovador; debe proteger y asegurar el statu quo. Esa es la razón por la que cualquiera que pretenda hacer algo innovador va a ir en contra del paradigma cultural, que viene definido por las normativas y los decretos del gobierno.

¿Qué puede hacer un granjero al respecto? Primero, no pedir permiso.

Segundo, crear una tribu lo mayor posible, lo más rápido posible.

Tercero, escoger sus batallas con cuidado. No puedes combatir todas las causas justas; debes escoger con cuidado aquellas que puedas pelear y abandonar las que no puedas. En nuestra granja, no vendemos leche cruda. Podríamos pelear esa batalla, pero elegimos no hacerlo. Pero la que sí peleamos, por ejemplo, es la que dice que no podemos cortar la madera de un vecino en nuestro aserradero. Lo hacemos igualmente, desafiando directamente a la “policía de urbanismo”.  

Cuarto, si vas a trazar una línea en la arena, prepárate para publicitarlo. Utiliza los medios, las redes sociales, moviliza a tu tribu, y pelea a muerte por lo que es justo. Los legisladores están acostumbrados a que la gente se incline; de hecho, se quedan mudos cuando encuentran a alguien con el coraje de no hacerlo.

Quinto, date cuenta de que muchas normativas están sujetas a interpretación. Cuando estuve en España el pasado mes de abril los granjeros me preguntaron cómo podían vender sus huevos si usaban un gallinero móvil que se mojara durante una tormenta, porque los huevos también se mojarían. En Estados Unidos no está permitido vender huevos que no hayan sido lavados en cloro, pero en Europa la normativa es al revés, no permite el lavado. Cuando entendí la diferencia, les pregunté si mojar con agua de lluvia es lo mismo que lavar. Fue divertido ver cómo los granjeros de la sala iban entendiendo gradualmente que, de hecho, un huevo mojado por la lluvia no es lo mismo que un huevo lavado. Este tipo de detalles en las palabras utilizadas para describir las leyes son habituales y hay que sacarles provecho.

Es más, ¿qué significa “vender”? Por ejemplo, en el sistema feudal que en Inglaterra se denomina agister, y que tiene una larga historia, no hay venta ni comercio, sino cuidado de los animales a cambio de una cuota. Entonces, ¿qué ocurre si alguien paga una cuota para que alguien cuide su gallina y después se come los huevos gratis? ¿Es eso “vender” huevos? Por supuesto que no. Si trabajáramos igual de duro para sortear los obstáculos que para cumplir las normas, a estas alturas habríamos avanzado mucho más.

[Mónica] Supongamos que un aspirante a granjero o granjera ha conseguido superar el problema de las normativas. ¿Cuál es el siguiente problema o error más común que comete la gente a la hora de poner en marcha un proyecto agrario?

[Joel] El problema más habitual son las diferencias de visión entre los socios principales (normalmente marido y mujer). Esa es la razón por la que establecer una declaración de objetivos o “misión” es tan importante: define hacia dónde vamos. Si no vamos al mismo sitio, lo que hacemos es pelearnos en cada intersección, o cuando haya que decidir dónde hay que acelerar y donde hay que frenar. Tenemos que estar de acuerdo en el destino final antes de poder entrar juntos en el coche. Esto no es exclusivo de las granjas; ocurre en muchas facetas de la vida, incluyendo los negocios y las familias. Las expectativas dispares provocan disfunciones de forma natural.

[Mónica] Aparte de producir comida, ¿cuál es la siguiente habilidad o conocimiento más importante que debe tener un granjero?

[Joel] Las habilidades en comunicación. Esto está completamente fuera del radar del granjero medio, que suele ser un ermitaño cascarrabias, pero es imprescindible en la comercialización y en el desarrollo de la tribu. Las redes sociales actuales están dominadas por personas que disfrutan de la comunicación y que saben cómo comunicarse. Creo que en nuestros seminarios sobre agricultura deberíamos incluir talleres de escritura y técnicas narrativas.

Los comunicadores efectivos siempre dominan su sector. ¿Quieres cambiar la sociedad? Los comunicadores son agentes de cambio. Les digo a los jóvenes que quieren ser granjeros que se unan al grupo de teatro local, o al club de debate, o sencillamente que comiencen a escribir relatos. Obviamente, es importante ser un lector ávido. Hay un gurú de los negocios que dice que la característica más común a todas las personas que tienen éxito es que leen un montón.

[Mónica] Como granjeros, ¿deberíamos producir tanto como podamos lo más rápido que podamos, o deberíamos enfocarnos en igualar nuestra base de clientes a nuestra producción desde el principio de nuestra actividad?

[Joel] La mayor diferencia entre la venta directa y la venta al por mayor es que en la venta directa no puedes exceder a tu mercado. Si produces una docena de huevos más de lo que tu mercado puede absorber, su valor es cero. Pero en el negocio de la venta al por mayor, el mercado es tan grande que puede aceptar todo lo que produzcas. Si yo añadiera mil vacas mañana, no afectaría en nada el precio del vacuno. Así que, cuando vendes al por mayor, puedes expandirte todo lo rápido que quieras.

Pero por supuesto no tienes ningún control sobre el precio, y la única “ventaja competitiva” que puedes crear es convertirte en el productor más barato, lo que te empuja a explotar tu suelo, a tus trabajadores y tu base de recursos.

En la venta directa, te interesa que tu mercado sea siempre mayor que tu producción. Si es al revés, terminarás regalando cosas para ajustar tu inventario, y eso reduce la ventaja que recibes por ponerte el sombrero del intermediario, que es lo que te proporciona un margen de beneficio mayor.

[Mónica] ¿Por qué crees que hay personas que entienden tu mensaje con rapidez, mientras que hay otras que no lo llegan a entender nunca? ¿Qué es lo que hace que algunas personas entiendan que necesitamos cambiar la manera en la que hacemos las cosas como civilización?

[Joel] Si pudiera responder a esta pregunta, podría movilizar naciones enteras. No lo sé, pero puedo apostar por ciertas características que parecen ser comunes a las personas que lo comprenden.

En primer lugar, son humildes. No dan por sentado que lo saben todo; son buscadores, aprendices de por vida, y no tienen miedo de hacer preguntas.

En segundo lugar, dan por sentado que existen muchas alternativas. No puedo con la gente que dice cosas como “es el único modo” o “eso no se puede hacer”. Casi cualquier cosa se puede lograr a través de distintas vías. Puedes pasar por encima, alrededor, por debajo, lo que sea, todo menos decir “no puedo”.

En tercer lugar, invierten tiempo y energía en relacionarse con personas que les obliguen a ir más allá. El concepto de mastermind para los negocios saca partido a este principio, obligando a la gente a pensar más allá de su propia imaginación. Todos tendemos a caer en la miopía y la rutina. Lee cosas que te incomoden. Hay otro líder del mundo de los negocios que dice que el éxito requiere pasar tiempo con gente con la que normalmente no te asociarías. Bien dicho.

En cuarto lugar, escuchan y observan bien. El rey de la fiesta no suele ser el mejor enterado. Dios nos dio una boca y dos orejas; deberíamos usarlos en consecuencia. Es cierto, soy una persona extrovertida, pero disfruto haciendo preguntas y sentándome a escuchar las conversaciones. Pasa tiempo mirando y observando. Hay un refrán que dice que todos los genios pasan mucho tiempo caminando. El pensamiento silencioso y la meditación son cosas profundas, algo especialmente válido en la era de los medios electrónicos.

[Mónica] ¿Cómo consigues permanecer calmado, tener paz interior, sabiendo que se nos acaba el tiempo en términos de nuestra supervivencia como especie y que tanta gente parece no preocuparse por ello? ¿Alguna reflexión reconfortante que puedas compartir con nosotros?

[Joel] El primer adjetivo del mantra “granjero cristiano, libertario, ecologista, capitalista y lunático” es “cristiano”. No me avergüenzo de mis creencias religiosas ni de mi fe sólida en el Creador, sostenedor y adjudicador definitivo. Así que cuando me asalta la agitación y la desesperanza, sé cuál es el desenlace final, y todo se convierte en una maravillosa celebración.

[Mónica] ¿Qué opinas de las etiquetas? (y no me refiero a las etiquetas de los alimentos, sino a las etiquetas que la gente utiliza para definir lo que hacen o lo que son. Como “Manejo Holístico”, o “Permacultura”, o “Agricultura Regenerativa”, etc. ¿Sirven para algo?)

[Joel] Sin duda ayudan a cubrir mucho terreno con rapidez. En nuestro tribalismo contemporáneo, todos queremos comunicarnos y encontrar amigos con rapidez. Las etiquetas nos ayudan a identificar en seguida áreas de interés comunes, y por lo tanto nos ayudan a desarrollar amistades. Es como una jerga entre iniciados, que ayuda a conocer de forma eficiente qué creencias o conocimientos se comparten.

Por otro lado, también pueden convertirse en un culto hasta el punto de provocar división o parecer elitistas. Yo las acojo todas, las leo todas, y tengo amigos en todas. Creo que ser ecléctico es mucho más importante que ser exclusivo. Todas ponen cosas positivas sobre la mesa. Todas fueron desarrolladas por genios; la mayoría de los genios se enfocan como un láser en algo, y así es como consiguen ser realmente buenos en ello. Celebremos que es así. Pero no lo convirtamos en un culto.

[Mónica] ¿Puedes compartir con nosotros qué piensas sobre ser heterodoxo en el campo de la comida y la agricultura en estos tiempos, y si crees que es importante? ¿Cómo podemos cultivar nuestra “heterodoxia”?

[Joel] Prefiero la palabra “hereje” porque recuerda a la tortura de la Inquisición y la estrechez de miras y firme creencia de la ortodoxia.

En cualquier caso, sí, llevo con orgullo la etiqueta de “heterodoxo” y diría que la forma más fácil de apreciar qué significa es entendiendo cuáles son las creencias de la ortodoxia.

Por ejemplo, la ortodoxia agrícola actual en occidente (que es la agricultura industrial), tiene la creencia de que la vida es fundamentalmente mecánica y no biológica. ¿Qué universidad estudia cómo hacer más felices a los cerdos? La única cuestión es cómo hacer que crezcan más gordos, más grandes y con menos dinero, como si fueran estructuras apiladas e inanimadas de protoplasma que pueden manipularse de la forma más arrogantemente sagaz que puedas imaginar.

La vida no está compuesta de rodamientos, partes intercambiables, muelles y pistones. Una cultura que no se plantee reverenciar la vida no se planteará reverenciar a sus ciudadanos ni a otras culturas.

La ortodoxia de hoy en día tiene la creencia de que el bienestar físico proviene de una jeringuilla o de un bote de medicamentos. Si crees que lo natural es el bienestar y que si estás enfermo es porque nosotros los humanos hemos creado un hábitat adecuado para la enfermedad, entonces eres un hereje. Las vacunas obligatorias, las Buenas Prácticas Agrícolas (una serie de protocolos agrícolas oficiales en Estados Unidos), y los programas de certificación agrícola asumen que sin medicamentos todo el mundo estaría enfermo. Eso es ortodoxo, pero es mentira.

En la actualidad la ortodoxia tiene la creencia de que el suelo es inerte. La hidroponia es genial. De acuerdo con la ortodoxia industrial, podemos inyectar sustancias químicas al suelo en vena y obtener alimentos nutritivos.

Como heterodoxo, puedo decir que los seres humanos son básicamente humus y que el fundamento de la vida es el humus que hay en el suelo, que comienza con el carbono, que alimenta a los microorganismos, que son clave para la salud.

La ortodoxia actual tiene la creencia de que cocinar está por debajo del nivel de dignidad de la gente normal. Deberíamos subcontratar ese servicio a profesionales de la comida en grandes instalaciones industriales para que manipulen, añadan estabilizadores impronunciables, colorantes y conservantes, incluyendo nanopartículas que viajen por nuestros vasos sanguíneos, a la comida, y que esto nos liberará de las mundanas responsabilidades culinarias domésticas.

Como un heterodoxo, yo digo que la única manera de tener integridad en la comida es que el que la prepare tenga que rendir cuentas, y que eso requiere una población participativa que sepa sobre texturas, sabores, olores y técnicas de preparación. Es imposible mantener la autenticidad si la población es ignorante y está completamente desconectada. 

La ortodoxia actual dice que las poblaciones deberían olvidarse de intentar alimentarse a sí mismas, y que deberían importar toda su comida del lugar donde pueda producirse lo más barata posible.

Pero ninguna sociedad ha sobrevivido jamás cuando no ha superado la prueba del autoabastecimiento. La auténtica seguridad requiere seguridad alimentaria, y esta requiere a su vez una economía local activa de producción, procesamiento y preparación.

En la actualidad y en prácticamente todas las esferas, se puede ver la ortodoxia claramente reflejada en las políticas gubernamentales, que son como las políticas corporativas o globales; ambas van de la mano. Yo me guío por la norma de que, si la política oficial dice una cosa, lo contrario es lo cierto, y con frecuencia esta norma me coloca en el lado correcto de las cosas. Esta es una de las razones por las que los fundadores de Estados Unidos temían a la democracia más que a cualquier otra forma política. La ley de la mayoría puede ser tan absurda como la tiranía.

El papel del gobierno no es garantizar el deseo de la mayoría; el papel del gobierno es garantizar que los lunáticos minoritarios de la periferia, los “raros”, no sean criminalizados, demonizados, o marginados por la mayoría. La innovación, por definición, opera alrededor de la periferia, y cuantas más normativas, más leyes y más manipulación del mercado haya por parte del gobierno (la mayoría), menos libertad creativa existirá. Esa es la razón por la que todo aquel que quiera hacer algo diferente debe llevar con orgullo la etiqueta de “heterodoxo”.

 

 


 

Mónica Fernández Perea es Doctora en Ciencias Físicas pero abandonó su carrera científica por su verdadera vocación, dar a conocer los beneficios de alimentos altamente nutritivos como la leche cruda o la carne de pasto, y promover su producción y consumo, primero en su blog personal “Blog Disidente”, y después como coordinadora de la plataforma DeYerba. 

 

“¿Conoces la dieta GAPS?” por Gabor Smit

“¿Conoces la dieta GAPS?” Mi respuesta es clara, “No, no he escuchado nada sobre esa dieta”.

Por casualidades de la vida conocí a la doctora Natasha Campbell-McBride justo en un viaje de trabajo a Madrid.

Me informé todo lo que pude antes de la conferencia y aunque me hacía una idea, escuchar a la doctora Campbell-McBride fue muy diferente. El taller se celebró en el Impact Hub de Madrid, en la sede de la editorial Diente de León. La sala se fue llenando poco a poco, la gente estaba expectante, todos queríamos conocer más sobre la dieta GAPS.

La doctora se presentó, y empezó a compartir sus conocimientos de una forma sencilla y sincera, y añadiré que altruista, porque el precio del taller fue simbólico en relación a todo lo que nos esperaba. Nos explicó las fuentes de la dieta, su experiencia personal y como había llegado a investigar sobre la relación psico-intestinal, su experiencia personal con su hijo… No hay motivación mayor.

Después de la introducción, preguntó “¿Cuántos de ustedes conocen la dieta GAPS o han leído el libro?” De toda la sala, apenas seis personas levantaron la mano, pero su respuesta fue una declaración de intenciones, “pues empecemos que hay mucho que contar y poco tiempo”.

“Todas la enfermedades comienzan en el intestino” Hipócrates, 460-370 a. C. 

“Yo no he inventado nada, sólo he investigado lo que ya se sabía hace mucho tiempo” dijo, tras recitar la máxima Hipócrates.

Empezó hablando sobre la flora intestinal, sus funciones e importancia y su relación directa con el cerebro. “Cuando a una persona le dan pastillas antidepresivas, se las toma y ¿dónde se absorben? Esto es una muestra evidente de la conexión que existe entre nuestro sistema digestivo y nuestro cerebro”

El sentido común que trasmitía fue cautivador. Nos habló del origen de la flora intestinal, y la importancia que tienen nuestros padres y abuelos, ya que la flora pasa de generación en generación. La doctora afirma que el desequilibrio en la flora intestinal está relacionado con el incremento de enfermedades, alergias, desórdenes alimenticios, problemas cerebrales y físicos tanto en niños y adultos. Y a esto hay que sumar el estrés, la mala calidad de los alimentos y la perdida del contacto con la naturaleza.

La doctora Campbell-McBride fue nombrando las diferentes manifestaciones de ese desorden psico-intestinal y, creo que no fui el único que pudo verse reflejado en lo que iba relatando, eso todavía aumentaba más mi atención y mis ganas de saber. Y continuó diciendo:“Para mejorar estos desordenes y enfermedades lo primero es cambiar la base de nuestra alimentación, pasar de una dieta con hábitos caóticos a una saludable. Este cambio que parece tan sencillo y evidente, no lo es, requiere mucha voluntad y perseverancia, en niños requiere una implicación por parte de toda la familia y en adultos mucha fuerza de voluntad. La dieta no es fácil y no todo el mundo es capaz de llevarla a cabo, pero si la haces los resultados llegan, en mayor o menor grado, porque depende de cada persona y de cada sistema digestivo.”

Así, fue repasando los alimentos a eliminar en los inicios de la dieta como los cereales, las legumbres, los alimentos procesados, y cuales incorporar como las carnes, las vísceras, el pescado, las verduras sin almidones y siempre usando nuestro sentido común. Hizo hincapié en los alimentos fermentados por sus beneficios para la flora intestinal, en los lácteos fermentados (yogur, kéfir, quesos), verduras fermentadas (chucrut), bebidas fermentadas (kombucha, kéfir de agua). También resaltó los beneficios de hacerse caldos caseros de carne o de pescado, evitando los caldos comerciales y las pastillas de caldo.

Al final, abrió turno de preguntas, todos teníamos casos que exponer y consultar, situaciones personales que la doctora Campbell-McBride, con su sonrisa, generosidad y cercanía, fue contestando hasta que nos cerraron el espacio.

Así pasaron cuatro horas largas, casi sin darme cuenta.

¡Gracias Natasha!

Fuiste como una madre que compartía con otras madres y padres tu experiencia personal para el beneficio de todos.

Gabor Smit – Dietista, re-educador alimentario y facilitador sistémico. Trabaja en el ámbito escolar desde hace más de 10 años, realizando y supervisando menús, liderando el cambio en escuelas que quieren optar por productos frescos, de proximidad y ecológicos. Profesor de cocina terapéutica en el Instituto FPS Roger de Llùria de Barcelona durante 8 años. Pionero en utilizar el enfoque sistémico en la alimentación.

«Todos deberíamos tener una gallina en casa»

El granjero más polémico de Estados Unidos, Joel Salatin, apuesta por beber leche cruda y critica que los consumidores no se preocupen por saber de dónde viene su comida: “El mayor riesgo es la ignorancia. Cuando uno es ignorante, le engañan muy fácilmente”.
Se autodefine como “cristiano, libertario, ecologista, capitalista y lunático”. Su charla lo confirma, sobre todo lo extravagante y ecologista. El granjero más polémico de Estados Unidos se llama Joel Salatin y cree que todos deberíamos tener una gallina en casa. “Se comen las sobras, te dan huevos y encima son el perfecto modelo a seguir para los adolescentes: madrugan, comen de todo y se acuestan cuando cae el sol”, explica el también autor, que acaba de publicar Esto no es normal. Recomendaciones de un granjero que ama a los animales (Diente de León). «Salatin minimiza los riesgos de beber leche cruda: “Cualquier producto que no se trate y manipule correctamente, puede ser peligroso” Además de tener una gallina, este granjero, que promueve un modelo de producción distinto, ecológico y que nos devuelva al pasado (agrario), apuesta también por una de las tendencias que en los últimos tiempos más han preocupado a los especialistas en España, la de volver a beber leche cruda. “¿Que si entraña riesgos? ¿Tiene riesgos beber Coca-Cola? Cualquier producto que no se trate y manipule correctamente, puede ser peligroso. Mucha gente hace cosas que para mí lo son, como hacer puenting o dar de comer a sus hijos pollo de granjas industriales. Pero lo importante es que cada uno tome sus riesgos de forma adulta y consciente. Yo nunca bebería leche pasteurizada pero no quiero que el Gobierno lo prohíba. Quiero tener capacidad para decidir”, asegura el propietario de la granja Polyfaces.

Un modelo agrícola ecológico y de proximidad

También resulta chocante que el modelo agrícola que propone, ecológico y de proximidad, pueda convivir con el mundo en este siglo XXI, en el que muchos expertos consideran que sólo es posible la producción industrial. Pero Salatin lo combate con vehemencia, se le notan los trofeos de debate del instituto. “Claro que es posible. Tiramos casi la mitad de la comida que producimos, nunca habíamos desperdiciamos tanto como ahora. Además, al menos en Estados Unidos, con los kilómetros cuadrados que se dedican a césped y a caballos recreativos habría superficie suficiente para todas las granjas que se necesitarían. Y no tengo nada contra los caballos”, explica divertido. Además, el granjero subraya que las ganaderías industriales “sólo muestran en la foto el interior de sus granjas, pero no el espacio que necesitan para cultivar los cereales con los que alimentan a los animales o para verter el estiércol. En nuestro modelo de granja la foto lo enseña todo”. Salatin añade que en un modelo de granja con el suyo, “donde las vacas van cambiando de pastos cada día, el forraje tiene una productividad cinco veces mayor” Salatin recurre a la dehesa española para explicar otro de los problemas que solucionaría volver al modelo agrario que propone. “Los modelos multiespecies son más productivos que los de una sola. Ha ocurrido en la dehesa, antes se criaban cerdos ibéricos, vacas y ovejas. Como el cerdo se volvió tan apreciado se abandonó la cría de vacas y ovejas, lo que ha hecho disminuir la productividad del entorno”.

Más caro sí, pero no en la factura global

Admite el granjero que la comida “íntegra” que él propone sería más cara. “Comida íntegra es comida creíble, económica, ecológica y socialmente. Tiene que ser más caro, porque es como comparar un Dacia con un Mercedes Benz”, explica el granjero. Si ese aumento del precio sería de un 10% o un 30%, Salatin cree que nadie lo sabe, pero sí subraya que la factura “global” se abarataría. “Como siempre que las innovaciones se generalizan, los precios terminarían bajando. Y pagaríamos mucho menos en remedios para la polución, la toxicidad, los patógenos o las enfermedades, por lo que en términos globales sí sería más barato”, aclara. Más allá de eso, Salatin cree que el cambio debe ser cultural. “Nadie espera que un jamón ibérico de bellota sea barato. Aquí hay que tener en cuenta lo que una sociedad está dispuesta a pagar por su tierra, su agua, su aire y su comida. Esto identifica cuáles son sus valores”.

Empezar por una maceta

Al que quiera sumarse al cambio Salatin le recomienda que “busque un granjero”: “En Estados Unidos y sé que también en España cada vez son más las opciones para conseguir productos ecológicos y de proximidad. Sólo hay que dejar de gastar energía en cosas que no necesitamos y ponerlo en descubrir los tesoros agrícolas de la comunidad, que los hay”. Y aún más fácil, el granjero dice que basta con cultivar una hierba aromática o cualquier otra cosa en una simple maceta, ya que nos ayudará a “tocar visceralmente la maravilla de la vida”. Por último, trabajar en la cocina. “No sólo en el microondas, hoy día tenemos yogurteras, heladeras, paneras… cosas por las que tu abuela hubiera dado su ojo derecho. Cocinar nunca ha sido tan fácil”, dice Salatin, tercera generación de granjeros, y convencido de que otra manera de comer es posible, “siempre que cada uno compre comida sin procesar y prepare, cocine y conserve sus propios alimentos, es fácil comer como un rey y pagar como un vasallo”. Fuente: El independiente

Joel Salatin, el granjero que sueña con hacer la comida más sana

Cuando Joel Salatin (Ohio, 1957) entra en el supermercado se va directo a la zona de la carnicería para ver cómo están los precios, mientras su mujer Teresa coge el papel higiénico y los pañuelos. Es lo único que necesitan adquirir para su día a día fuera de su granja familiar, Polyface, situada en el valle de Shenandoah en Virginia (EEUU). Allí producen prácticamente toda la comida que consumen y lo hacen de forma sostenible, sin químicos, sin pesticidas, sin fertilizantes. «Bueno, reconozco que me pierden los plátanos, me crié en Venezuela. Es mi capricho», confiesa entre risas. Salatin está considerado el gurú de la agricultura ecológica; para la revista ‘Time’ es «el granjero más innovador del mundo». Cristiano, libertario, ecologista, lunático y capitalista, como él mismo se define, este americano campechano e irónico ha viajado hasta Madrid para hablar de su libro ‘Esto no es normal. Recomendaciones de un granjero que ama a los animales’ (Ed. Diente de León), un reflejo de sus ideas y su causa, la que defiende las pequeñas granjas, las cooperativas locales y «una relación productor-consumidor más directa que permita una mayor libertad de elección a éste». Este libro se cocinó en sus charlas a estudiantes en universidades americanas, porque hasta aquí se escucha su voz. «Ahí aprecié lo mucho que ha cambiado el mundo», y no quiso quedarse al margen. Pero que nadie se confunda. «No pienso que nuestros ancestros vivieran mejor. Simplemente trato de buscar patrones que hayan funcionado a lo largo del tiempo».
CAMBIOS A MEDIO PLAZO
No estamos cuidando el medio ambiente como deberíamos, de eso hay pocas dudas, pero quizá la cuestión ahora sea cómo reconducir la situación. Hay varias cuestiones que a medio o largo plazo pueden tener consecuencias importantes, advierte Salatin, si no se cambian hábitos y filosofía: «Tenemos cada vez tierras menos fértiles; menos agua, incluso hay quien habla de que las próximas guerras serán por ésta, y cada vez la calidad de la comida es peor. Calidad me refiero a valor nutricional. La mortalidad por enfermedades crónicas está aumentando; antes moríamos por enfermedades infecciosas, ahora no. Por no hablar de alergias, intolerancias… El coste de mantener la salud cada vez es mayor y eso indica que no vamos en la dirección correcta«.Salatin carga las tintas contra el Gobierno de EEUU y la industria alimentaria: «El Gobierno debería dar libertad para que cada uno elija lo que quiere comer y de la fuente que quiera. Si tú haces un excelente pepperoni y yo quiero comprarte dos kilos, el gobierno no me dejaría porque tendría que haber unos controles y unas inspecciones. Yo quiero que esa burocracia desaparezca; que el gobierno permita una relación directa entre granjero y consumidor». Esto no significa que se oponga a las normativas de sanidad, lo que pide es que éstas no requieran grandes inversiones cuando existen alternativas asequibles. En este sentido, también demanda que se deje de «subvencionar a las granjas industriales o a la agricultura química que está destruyendo nuestros recursos…». Vende de maravilla su discurso; algo tendrán que ver sus competiciones de debate en sus años de instituto y universidad -estudió lengua inglesa-. Salatin siempre quiso ser granjero, según reconoce en el libro. Sus hijos se educaron en casa, no fueron a la escuela, y los dos son parte hoy de este proyecto vital. «Daniel se encarga de gestionar el día a día en la granja; Rachel, que estudió Empresariales y Diseño de Interiores, se centra en cuidar y mejorar la imagen de Polyface». Hoy viven cuatro generaciones de la familia en sus tierras, 40 hectáreas donde crían gallinas, vacas, conejos, cerdos y cultivan frutas y verduras, entre otras cosas.
Defender su modelo, cuenta, le ha acarreado recibir «las presiones de los reguladores», sin embargo, no le han llegado desde la industria alimentaria, cuyo modelo critica duramente. Tres pinceladas sobre lo mucho que desconocemos, bajo su punto de vista, de esta «bestia»: «A la industria no le importa nada la nutrición; cuanto más barata es la comida, peor calidad; los granjeros sólo obtienen el 9% del dinero que se paga en la tienda por un producto». Tirando de símil, su lucha contra ésta es como «cavar un sótano con una pala de plástico de playa».
El gobierno, los granjeros subvencionados, la industria…, y usted y yo, como consumidores, a cuya responsabilidad también apela. «Nos encantaría culpar a los granjeros o a la industria, pero lo cierto es que los primeros producen aquello que quieren los consumidores. El sistema alimentario que tenemos es un reflejo de la sociedad. Si queremos que las cosas sean diferentes en el futuro, es el consumidor el que tiene que dar el primer paso y cambiar sus demandas».

SENTIDO COMÚN

La comida rápida es una de las epidemias de nuestro tiempo. «Preparar una comida consiste en utilizar ingredientes sin procesar y ponerlos juntos para crear un plato», explica en su libro, donde el sentido común y el humor acompañan cada capítulo. Lo anormal no es que de vez en cuando apetezca esta opción, sino «el porcentaje de comidas rápidas, su escasa variedad en contenidos, la uniformidad que las cadenas de comida rápida requieren y que sus protocolos dejan fuera al suministro local». En sus visitas al supermercado se ha aficionado también a leer las etiquetas de la comida industrial. «Tienes que ser químico y adorar la terminología científica para entenderlas», reflexiona sobre el papel. Complicado debatir sobre las ventajas de un alimento sobre otro si no entiendes ni siquiera lo que lees. Faltan cinco minutos para que empiece su charla en Impact Hub, un espacio de ‘coworking’ en el centro de Madrid. Al día siguiente, imparte una ‘masterclass’ en la Finca Dehesa El Milagro sobre su manera de entender la agricultura, «tan aplicable en zonas del Mediterráneo como en América Central». En la sala hay jóvenes, familias, mayores… Salatin sitúa su banqueta delante del público. «Es la primera vez en la historia de la Humanidad que podemos comer cosas que no podemos hacer en nuestra propia cocina», explica convencido. Ha dormido poco, pero no se nota. El mensaje es lo importante. «Yo no quiero ampliar mi negocio, quiero producir la mejor comida y la más sana». Fuente: El mundo

Joel Salatin, el granjero que sueña con hacer la comida más sana

Cuando Joel Salatin (Ohio, 1957) entra en el supermercado se va directo a la zona de la carnicería para ver cómo están los precios, mientras su mujer Teresa coge el papel higiénico y los pañuelos. Es lo único que necesitan adquirir para su día a día fuera de su granja familiar, Polyface, situada en el valle de Shenandoah en Virginia (EEUU). Allí producen prácticamente toda la comida que consumen y lo hacen de forma sostenible, sin químicos, sin pesticidas, sin fertilizantes. «Bueno, reconozco que me pierden los plátanos, me crié en Venezuela. Es mi capricho», confiesa entre risas. Salatin está considerado el gurú de la agricultura ecológica; para la revista ‘Time’ es «el granjero más innovador del mundo». Cristiano, libertario, ecologista, lunático y capitalista, como él mismo se define, este americano campechano e irónico ha viajado hasta Madrid para hablar de su libro ‘Esto no es normal. Recomendaciones de un granjero que ama a los animales’ (Ed. Diente de León), un reflejo de sus ideas y su causa, la que defiende las pequeñas granjas, las cooperativas locales y «una relación productor-consumidor más directa que permita una mayor libertad de elección a éste». Este libro se cocinó en sus charlas a estudiantes en universidades americanas, porque hasta aquí se escucha su voz. «Ahí aprecié lo mucho que ha cambiado el mundo», y no quiso quedarse al margen. Pero que nadie se confunda. «No pienso que nuestros ancestros vivieran mejor. Simplemente trato de buscar patrones que hayan funcionado a lo largo del tiempo».
CAMBIOS A MEDIO PLAZO
No estamos cuidando el medio ambiente como deberíamos, de eso hay pocas dudas, pero quizá la cuestión ahora sea cómo reconducir la situación. Hay varias cuestiones que a medio o largo plazo pueden tener consecuencias importantes, advierte Salatin, si no se cambian hábitos y filosofía: «Tenemos cada vez tierras menos fértiles; menos agua, incluso hay quien habla de que las próximas guerras serán por ésta, y cada vez la calidad de la comida es peor. Calidad me refiero a valor nutricional. La mortalidad por enfermedades crónicas está aumentando; antes moríamos por enfermedades infecciosas, ahora no. Por no hablar de alergias, intolerancias… El coste de mantener la salud cada vez es mayor y eso indica que no vamos en la dirección correcta«.Salatin carga las tintas contra el Gobierno de EEUU y la industria alimentaria: «El Gobierno debería dar libertad para que cada uno elija lo que quiere comer y de la fuente que quiera. Si tú haces un excelente pepperoni y yo quiero comprarte dos kilos, el gobierno no me dejaría porque tendría que haber unos controles y unas inspecciones. Yo quiero que esa burocracia desaparezca; que el gobierno permita una relación directa entre granjero y consumidor». Esto no significa que se oponga a las normativas de sanidad, lo que pide es que éstas no requieran grandes inversiones cuando existen alternativas asequibles. En este sentido, también demanda que se deje de «subvencionar a las granjas industriales o a la agricultura química que está destruyendo nuestros recursos…». Vende de maravilla su discurso; algo tendrán que ver sus competiciones de debate en sus años de instituto y universidad -estudió lengua inglesa-. Salatin siempre quiso ser granjero, según reconoce en el libro. Sus hijos se educaron en casa, no fueron a la escuela, y los dos son parte hoy de este proyecto vital. «Daniel se encarga de gestionar el día a día en la granja; Rachel, que estudió Empresariales y Diseño de Interiores, se centra en cuidar y mejorar la imagen de Polyface». Hoy viven cuatro generaciones de la familia en sus tierras, 40 hectáreas donde crían gallinas, vacas, conejos, cerdos y cultivan frutas y verduras, entre otras cosas.
Defender su modelo, cuenta, le ha acarreado recibir «las presiones de los reguladores», sin embargo, no le han llegado desde la industria alimentaria, cuyo modelo critica duramente. Tres pinceladas sobre lo mucho que desconocemos, bajo su punto de vista, de esta «bestia»: «A la industria no le importa nada la nutrición; cuanto más barata es la comida, peor calidad; los granjeros sólo obtienen el 9% del dinero que se paga en la tienda por un producto». Tirando de símil, su lucha contra ésta es como «cavar un sótano con una pala de plástico de playa».
El gobierno, los granjeros subvencionados, la industria…, y usted y yo, como consumidores, a cuya responsabilidad también apela. «Nos encantaría culpar a los granjeros o a la industria, pero lo cierto es que los primeros producen aquello que quieren los consumidores. El sistema alimentario que tenemos es un reflejo de la sociedad. Si queremos que las cosas sean diferentes en el futuro, es el consumidor el que tiene que dar el primer paso y cambiar sus demandas».

SENTIDO COMÚN

La comida rápida es una de las epidemias de nuestro tiempo. «Preparar una comida consiste en utilizar ingredientes sin procesar y ponerlos juntos para crear un plato», explica en su libro, donde el sentido común y el humor acompañan cada capítulo. Lo anormal no es que de vez en cuando apetezca esta opción, sino «el porcentaje de comidas rápidas, su escasa variedad en contenidos, la uniformidad que las cadenas de comida rápida requieren y que sus protocolos dejan fuera al suministro local». En sus visitas al supermercado se ha aficionado también a leer las etiquetas de la comida industrial. «Tienes que ser químico y adorar la terminología científica para entenderlas», reflexiona sobre el papel. Complicado debatir sobre las ventajas de un alimento sobre otro si no entiendes ni siquiera lo que lees. Faltan cinco minutos para que empiece su charla en Impact Hub, un espacio de ‘coworking’ en el centro de Madrid. Al día siguiente, imparte una ‘masterclass’ en la Finca Dehesa El Milagro sobre su manera de entender la agricultura, «tan aplicable en zonas del Mediterráneo como en América Central». En la sala hay jóvenes, familias, mayores… Salatin sitúa su banqueta delante del público. «Es la primera vez en la historia de la Humanidad que podemos comer cosas que no podemos hacer en nuestra propia cocina», explica convencido. Ha dormido poco, pero no se nota. El mensaje es lo importante. «Yo no quiero ampliar mi negocio, quiero producir la mejor comida y la más sana». Fuente: El mundo

Joel Salatin, el granjero que sueña con hacer la comida más sana

Cuando Joel Salatin (Ohio, 1957) entra en el supermercado se va directo a la zona de la carnicería para ver cómo están los precios, mientras su mujer Teresa coge el papel higiénico y los pañuelos. Es lo único que necesitan adquirir para su día a día fuera de su granja familiar, Polyface, situada en el valle de Shenandoah en Virginia (EEUU). Allí producen prácticamente toda la comida que consumen y lo hacen de forma sostenible, sin químicos, sin pesticidas, sin fertilizantes. «Bueno, reconozco que me pierden los plátanos, me crié en Venezuela. Es mi capricho», confiesa entre risas. Salatin está considerado el gurú de la agricultura ecológica; para la revista ‘Time’ es «el granjero más innovador del mundo». Cristiano, libertario, ecologista, lunático y capitalista, como él mismo se define, este americano campechano e irónico ha viajado hasta Madrid para hablar de su libro ‘Esto no es normal. Recomendaciones de un granjero que ama a los animales’ (Ed. Diente de León), un reflejo de sus ideas y su causa, la que defiende las pequeñas granjas, las cooperativas locales y «una relación productor-consumidor más directa que permita una mayor libertad de elección a éste». Este libro se cocinó en sus charlas a estudiantes en universidades americanas, porque hasta aquí se escucha su voz. «Ahí aprecié lo mucho que ha cambiado el mundo», y no quiso quedarse al margen. Pero que nadie se confunda. «No pienso que nuestros ancestros vivieran mejor. Simplemente trato de buscar patrones que hayan funcionado a lo largo del tiempo».
CAMBIOS A MEDIO PLAZO
No estamos cuidando el medio ambiente como deberíamos, de eso hay pocas dudas, pero quizá la cuestión ahora sea cómo reconducir la situación. Hay varias cuestiones que a medio o largo plazo pueden tener consecuencias importantes, advierte Salatin, si no se cambian hábitos y filosofía: «Tenemos cada vez tierras menos fértiles; menos agua, incluso hay quien habla de que las próximas guerras serán por ésta, y cada vez la calidad de la comida es peor. Calidad me refiero a valor nutricional. La mortalidad por enfermedades crónicas está aumentando; antes moríamos por enfermedades infecciosas, ahora no. Por no hablar de alergias, intolerancias… El coste de mantener la salud cada vez es mayor y eso indica que no vamos en la dirección correcta«.Salatin carga las tintas contra el Gobierno de EEUU y la industria alimentaria: «El Gobierno debería dar libertad para que cada uno elija lo que quiere comer y de la fuente que quiera. Si tú haces un excelente pepperoni y yo quiero comprarte dos kilos, el gobierno no me dejaría porque tendría que haber unos controles y unas inspecciones. Yo quiero que esa burocracia desaparezca; que el gobierno permita una relación directa entre granjero y consumidor». Esto no significa que se oponga a las normativas de sanidad, lo que pide es que éstas no requieran grandes inversiones cuando existen alternativas asequibles. En este sentido, también demanda que se deje de «subvencionar a las granjas industriales o a la agricultura química que está destruyendo nuestros recursos…». Vende de maravilla su discurso; algo tendrán que ver sus competiciones de debate en sus años de instituto y universidad -estudió lengua inglesa-. Salatin siempre quiso ser granjero, según reconoce en el libro. Sus hijos se educaron en casa, no fueron a la escuela, y los dos son parte hoy de este proyecto vital. «Daniel se encarga de gestionar el día a día en la granja; Rachel, que estudió Empresariales y Diseño de Interiores, se centra en cuidar y mejorar la imagen de Polyface». Hoy viven cuatro generaciones de la familia en sus tierras, 40 hectáreas donde crían gallinas, vacas, conejos, cerdos y cultivan frutas y verduras, entre otras cosas.
Defender su modelo, cuenta, le ha acarreado recibir «las presiones de los reguladores», sin embargo, no le han llegado desde la industria alimentaria, cuyo modelo critica duramente. Tres pinceladas sobre lo mucho que desconocemos, bajo su punto de vista, de esta «bestia»: «A la industria no le importa nada la nutrición; cuanto más barata es la comida, peor calidad; los granjeros sólo obtienen el 9% del dinero que se paga en la tienda por un producto». Tirando de símil, su lucha contra ésta es como «cavar un sótano con una pala de plástico de playa».
El gobierno, los granjeros subvencionados, la industria…, y usted y yo, como consumidores, a cuya responsabilidad también apela. «Nos encantaría culpar a los granjeros o a la industria, pero lo cierto es que los primeros producen aquello que quieren los consumidores. El sistema alimentario que tenemos es un reflejo de la sociedad. Si queremos que las cosas sean diferentes en el futuro, es el consumidor el que tiene que dar el primer paso y cambiar sus demandas».

SENTIDO COMÚN

La comida rápida es una de las epidemias de nuestro tiempo. «Preparar una comida consiste en utilizar ingredientes sin procesar y ponerlos juntos para crear un plato», explica en su libro, donde el sentido común y el humor acompañan cada capítulo. Lo anormal no es que de vez en cuando apetezca esta opción, sino «el porcentaje de comidas rápidas, su escasa variedad en contenidos, la uniformidad que las cadenas de comida rápida requieren y que sus protocolos dejan fuera al suministro local». En sus visitas al supermercado se ha aficionado también a leer las etiquetas de la comida industrial. «Tienes que ser químico y adorar la terminología científica para entenderlas», reflexiona sobre el papel. Complicado debatir sobre las ventajas de un alimento sobre otro si no entiendes ni siquiera lo que lees. Faltan cinco minutos para que empiece su charla en Impact Hub, un espacio de ‘coworking’ en el centro de Madrid. Al día siguiente, imparte una ‘masterclass’ en la Finca Dehesa El Milagro sobre su manera de entender la agricultura, «tan aplicable en zonas del Mediterráneo como en América Central». En la sala hay jóvenes, familias, mayores… Salatin sitúa su banqueta delante del público. «Es la primera vez en la historia de la Humanidad que podemos comer cosas que no podemos hacer en nuestra propia cocina», explica convencido. Ha dormido poco, pero no se nota. El mensaje es lo importante. «Yo no quiero ampliar mi negocio, quiero producir la mejor comida y la más sana». Fuente: El mundo

2 días con el mejor granjero del mundo

El pasado 21 de octubre presentamos en el Aula Ambiental Bosc Turull en Barcelona nuestro segundo libro “Esto no es normal” de Joel Salatin y el primero del autor en castellano. Para esta presentación nos reservamos dos días que utilizamos para presentar el libro a través de una mesa de debates con ganaderos de diferentes partes de la península y una visita a Planeses en Girona para ver de primera mano un modelo de gestión y producción de alimentos ecológicos. En nuestro blog puedes conocer la experiencia de esos días. Pero algo cambia en nosotros cuando conocemos de primera mano  la visión de este granjero lunático, al igual que cuando compartimos  con agricultores y ganaderos que siguen sus pasos, que aman a los animales, y que nos hacen preguntarnos cómo es posible que nos hayamos alejado tanto de la naturaleza. Este comportamiento y relación con el medio ambiente influye en nuestra alimentación e irremediablemente en nuestra salud. Estos días en las redes hemos querido aportar información en castellano sobre Joel Salatin para acercar su visión. En este campo, Mónica Fernández Perea traductora del libro, asesora de la editorial y coordinadora de la primera plataforma de divulgación y comercialización de carne de pasto, DeYerba hace en su blog disidente un fantástico trabajo de divulgación. Podemos encontrar vídeos traducidos al castellano, entrevistas, series de post y algún post más que seguramente os dejará con ganas de más.  Con esas ganas de más, de aprender, de cambiar, de seguir… nos hemos involucrado en la próxima visita de Joel Salatin a España, no es su primera vez pero esta vez vamos a contar con una masterclass durante dos días. Dos días intensivos donde Joel Salatin compartirá todo lo que sabe. Evento que hemos organizado junto con la Granja ecológica Dehesa El Milagro y desde este post os dejamos toda la información para que puedas apuntarte.

El libro “Esto no es normal”

Producir carne vertiendo tóxicos al suelo y polución al aire… derrochando los bienes naturales es algo que, simplemente, no es normal. Lo dice Joel Salatin, uno de los granjeros orgánicos más célebres de USA. Sú ultimo libro nos explica cómo producir mucho de la forma más sostenible y sana. Lo edita Editorial Diente de León. Joel Salatin, el granjero más polémico y activo de los Estados Unidos, defiende apasionadamente las pequeñas granjas, las cooperativas locales y el derecho a tener a otra opción fuera del paradigma de la agricultura industrial. Y lo hace de una manera brillante y amena que ilustra con las soluciones que ha encontrado en su propia granja: Polyface es una de las primeras granjas del mundo en demostrar que la producción ganadera basada en imitar a la naturaleza es el futuro de un sistema agrario realmente ecológico y eficiente. Su último libro es un compendio de ideas, basadas en la práctica, sobre cómo hacer agricultura y ganadería sostenibles y poder alimentar a un gran sector de la población. La obra subraya la importancia de consumir alimentos sanos, ecológicos y estacionales, la necesidad de apoyar la agricultura local, el respeto al medio ambiente y el valor de vivir cerca de la naturaleza y de las personas que amamos. En el prefacio, escrito especialmente por Joel Salatin para esta edición, dice: “El tipo de agricultura promovida en este libro es tan aplicable en las zonas costeras del Mediterráneo como lo es en el País Vasco, en América Central o en el extremo sur del continente americano. El alcance de la lengua española, legado de una cultura visionaria, llega ahora hasta mi corazón y nos conecta con la esperanza de una tierra sanada y un impulso agrario emprendedor”. Joel Salatin (Wooster, Ohio, 1957) es una referencia para muchos de los nuevos granjeros en todo el mundo, a partir de su granja familiar, Polyface, en Virginia (Estados Unidos). Como conferenciante internacional, abandera la producción de alimentos no industriales en ese país. Granjero, inventor, polemista, libertario, religioso, periodista, lunático, graduado en literatura inglesa y hombre de profundos principios morales, colabora en revistas como Stockman Grass Farmer, Acres U.S.A. y Mother Earth News. Fuente: Vida Sana